Los sacerdotes granadinos renuevan sus promesas en el Sagrario-Catedral

Este 14 de diciembre, día de la memoria de San Juan de la Cruz, se ha celebrado la Eucaristía de renovación de las promesas sacerdotales que había de celebrarse el Jueves Santo. Decenas de sacerdotes granadinos han acudido a la iglesia del Sagrario-Catedral para renovar este “sí” que ya emitieron el día de su ordenación presbiteral.

Aplazada por el confinamiento de marzo, la celebración de renovación de las promesas sacerdotales que había de tener lugar el Jueves Santo, este año se trasladó al mes de diciembre en el día de la memoria de San Juan de la Cruz, doctor de la Iglesia.

El arzobispo de Granada, D. Javier Martínez, presidió la Eucaristía que concelebraron todos los sacerdotes, distribuidos por los bancos del templo. En su homilía, el prelado quiso hacerse eco de la situación presente, de los sentimientos comunes que podrían albergar los hermanos sacerdotes desde que comenzó la pandemia. “Ahora hay una histeria acerca de las vacunas, como si las vacunas fueran a resolver nuestra condición mortal y, cuando se oye hablar de la Navidad, da la impresión de que el objeto de la Navidad no es más que una excusa en el fondo para las cenas de familias o para las cenas de empresa”.

Comenzó un lamento por lo que calificó como una “superficialidad” a la hora de vivir la fe en medio de las circunstancias dramáticas presentes. “Uno percibe el cansancio, incluso de los fieles. En algunas personas se pone de manifiesto, diríamos, su cultura pagana, aunque se hable de la celebración de la Navidad. En muchos fieles se pone de manifiesto la fragilidad de la fe, de la esperanza y de la caridad, del amor que brota de Jesucristo”.

“SOIS UNA NAVIDAD PROLONGADA”

No obstante, de esa debilidad y fragilidad, D. Javier quiso recordar la belleza del don del sacerdocio para el mundo y para uno mismo. “Vosotros sois una Navidad prolongada. Cada uno de vosotros, sois una Navidad personal”, dijo.

El Arzobispo recordó el sentido de la celebración de las promesas sacerdotales como un bien. “La promesa del celibato, la promesa de la obediencia, la fidelidad a nuestros deberes sacerdotales que conocemos, Dios mío, son un regalo que Dios nos hace para bien nuestro y de los hombres. No son una carga. Si todo en nuestra vida está llamado a ser testimonio del amor de Cristo, esas promesas nos liberan de ataduras humanas, mundanas y nos liberan”, reafirmó.

La garantía de que un sacerdote pueda vivirse como un regalo para cada persona, como esa Navidad para el mundo, pasa por la propia humanidad. “Jesús no tenía nada más que su humanidad para anunciar al Padre y desvelar así su ser de Hijo”. Así también el sacerdote debe de ver esta humanidad como un regalo. “No contamos más que con nuestra humanidad, Señor, y contigo, que estás en nosotros de una manera misteriosa. Que sepamos acogerte, recibirte, vivirte. Que seamos esa Navidad que la gente anhela, sin saber que la anhela muchas veces”.

Tras llevar a cabo solemnemente la renovación de las promesas sacerdotales, los sacerdotes recibieron un pequeño detalle, un libro de evangelización para las parroquias, como una ayuda a la vivencia de su ministerio parroquial.

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