Se celebra en estos días.
Los vecinos de Torvizcón son los encargados de criar y alimentar en plan comunitario al tradicional marranillo de San Antón. El animal anda durante varios meses suelto por las calles con un lazo rojo atado al cuello, convirtiéndose en el auténtico «rey del pueblo» al estar obligados todos los vecinos a colaborar en su alimentación. Se trata, lógicamente, de que llegue cebado al día de San Antón, para sortearlo entonces en la plaza como plato fuerte -y nunca mejor dicho- de las fiestas.
Son también características en estas fiestas las quemas de los ‘chiscos’ en honor al santo. Los vecinos realizan fogatas en donde asan trozos de tocino y careta de cerdo, acompañados del excelente ‘vino Costa’ de producción local. Los marranicos de San Antón cuentan desde hace un tiempo de un lugar donde guarecerse y descansar a gusto en su propio hogar. Así pues se le ha hecho una casita, al más puro estilo alpujarreño, a los denominados marranicos de San Antón junto a los jardines municipales, para que durante la noche no pasen frío y ganen en calidad de vida hasta que le llegue su ‘San Martín’. «Todos los días, a eso de las nueve de la mañana, se le abre la puerta para que salgan los dos marranico de su flamante casa y, como de costumbre, sean mantenidos por los vecinos que son los encargados de que no le falten comida ni agua. Ya a las cinco y media, como si los animalillos tuviesen un reloj, se encierran ellos solos, y algún concejal se encarga de cerrarle la puerta».
Desde hace siglos los habitantes de Torvizcón tienen por costumbre cebar a uno o dos marranicos para ser rifados en las fiestas patronales en honor a San Antonio Abad. Los animales siempre se han distinguido por dos cosas: porque llevan en sus cuellos un lazo rojo, y porque van a su aire, recorriendo y contorneándose por todas las calles pidiendo el alimento. A Pura, la del bar, le encanta darle de comer a los marranicos, tal como lo hacía su recordado marido Manuel ‘El canario’.