Cuando hace dos semanas el Ayuntamiento anunció la suspensión de la Semana Santa, muchos en la ciudad vieron cumplidos sus peores presagios. La cuarentena obligatoria por la crisis del coronavirus y las medidas de distanciamiento social hacían inviable la celebración de unas fiestas que son el principal sostén de muchas empresas de la provincia. La medida, inevitable y dolorosa, supuso la pérdida de un plumazo de la posibilidad de ingresar más de 15 millones de euros.
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