El municipio alpujarreño de Lanjarón rinde culto a sus hornacinas desde hace centenares de años. Este pueblo tan turístico, precioso y famoso gracias, principalmente, a sus aguas y balneario, es el que más número de hornacinas posee de entre los pueblos de la provincia de Granada. Lanjarón cuenta con casi medio centenar de hornacinas consagradas a San Juan, San Antonio, Virgen de las Angustias, Virgen del Perpetuo Socorro, Virgen del Mar, Virgen del Pilar, Santa Cruz, San Sebastián, Virgen del Carmen, San Joaquín y Santa Ana, La Anunciación, Santísima Trinidad, la Milagrosa y Bernardina, Asunción de la Virgen, San José, Santa Cruz, Virgen de Gracia, Santo Rostro, Corazón de Jesús y Ecce Homo, Maria Auxiliadora, Sagrado Corazón de Maria, Señor de la Expiración, San Cayetano, Santa Lucía, etcétera.
También, algunos de los famosos pilares de Lanjarón están bautizados con los nombres de San Roque, Santa Ana, Virgen del Pilar y Santa Lucía. Además, en las proximidades del casco urbano se localizan tres ermitas: al oeste y dominando un promontorio próximo a la entrada del pueblo se halla la ermita de San Isidro, mientras que al oeste se alza majestuosamente la ermita del Tajo de la Cruz. Más lejos, cerca del límite municipal de Órgiva y de La Mojonera, se encuentra la ermita de la Virgen del Pilar. Dentro del casco urbano se ubican las ermitas de San Sebastián y San Roque. En la calle Virgen del Pilar se localiza otra ermita, la de la Virgen del Pilar, desde hace años convertida en una gran hornacina que acoge a la madre de Cristo.
Las hornacinas son verdaderas manifestaciones del fervor religioso en Lanjarón. Algunas son muy antiguas. Comenzaron a colocarse incrustadas en paredes de las casas en tiempos de los Reyes Católicos. Se encuentran repartidas por toda la población. Son urnas de diverso tamaño, muchas con portezuelas acristaladas para dejar ver la imagen sagrada que se guarda como oro en paño en su interior. En infinidad de ellas, cuando se celebra la onomástica de la imagen, se hace un altar y se vela durante toda la noche.
También en Lanjarón existen un ramillete de urnas de madera muy viajeras. Se trata de pequeñas imágenes religiosas introducidas en una pequeña caja de madera, con cristal, que normalmente lleva adosada una hucha y en el respaldo los nombres de las personas que tienen derecho a que permanezca uno o varios días en su casa. Es costumbre rezarle, echarle unas monedas, encenderle una vela y ponerle flores. A modo de ejemplo, en las primorosas calles de San Sebastián y Rosales van de casa en casa dos estuches con las imágenes de La Milagrosa y Santa Rita. La gente cuando acoge los estuches de madera sagrados les reza y le ponen velas encendidas. Es una tradición que perdura en Lanjarón.
Todavía en Lanjarón hay personas que se persignan al pasar frente o junto a la iglesia, ermita u hornacina. También hay quien no se va a la cama sin hacer antes la señal de la santa cruz. Hay gente que reza el rosario cada día. Además, se organizan novenas, nueve tardes de oración, que se dedican a cualquier causa, muchas veces a la memoria de un fallecido. Algunas personas mayores cuando se cruzan con otras personas suelen saludar diciendo «Dios os guarde o vayan ustedes con Dios».
Es muy frecuente en Lanjarón que se hagan promesas ante cualquier situación adversa. Antiguamente, una promesa importante era la de vestir un hábito durante el resto de su vida o durante cierto tiempo. Uno de esos hábitos, el de la milagrosa Virgen del Carmen, era y es de color marrón. Hay quien asegura que los devotos de la Virgen del Carmen cuando están expirando tienen que tocar tierra, una piedra o un pedazo de ladrillo para que se le acabe la agonía con prontitud. Un familiar suele encargarse de ello. De lo contrario pueden pasar días hasta que se produzca el fatal desenlace. Este ritual se suele realizar también en otros lugares.