La festividad de San Cayetano, patrón del pan y del trabajo, tendrá lugar el este 7 de agosto, una jornada en la que cada año los sorvilaneros profesan gran devoción y veneración a su patrón asistiendo a la Eucaristía en su honor que, en esta ocasión, será a las 12 horas, en la parroquia del pueblo, dedicada también al santo.
La parroquia de San Cayetano, en Sorvilán, será el punto de encuentro para los vecinos y devotos del santo patrón de esta localidad el próximo 7 de agosto, día de su festividad, en la que tendrá lugar la celebración de la Eucaristía a las 12 horas.
Una jornada para la que los sorvilaneros ya se preparan con la novena en su honor que será del 29 de julio al 6 de agosto, cada tarde a las 19 horas, para el rezo del Rosario y oraciones especificas dirigidas a San Cayetano pidiendo su intercesión en las necesidades de los fieles, especialmente en este tiempo de pandemia.
“Sorvilán ha vivido con mucha incertidumbre estos tiempos, el año pasado hubo un brote incluso ya que tiene una población muy reducida. Aún así el pueblo ha retomado el culto eucarístico rápidamente, con devoción y sin miedo”, asegura D. Fernando Rodríguez, párroco de la localidad.
“PONLE UNA VELA A SAN CAYETANO”
Cuentan las tradiciones que pasan de generación en generación en el seno familiar que un barco irlandés llegó a parar a la costa granadina, en un punto intermedio entre Sorvilán y Albuñol, la localidad vecina, portando dos imágenes en su interior, una de San Patricio y otra de San Cayetano. Así le contaron de niña sus abuelos a Isabel García, sorvilanera de 83 años que profesa una gran devoción por San Cayetano.
“Después del hallazgo se decidió poner cada imagen en un burro, los llevaron al punto entre los dos pueblos con los ojos tapados y dejaron que cada uno fuera a donde quisiese. El asno que portaba a San Cayetano dirigió sus pasos hacía la línea que delimitaba Sorvilán”, agrega Isabel con una sonrisa reconociendo que se emociona cada vez que contempla la imagen de San Cayetano.
También la devoción al santo está fuertemente arraigada en las familias y generaciones más jóvenes de la localidad como es el caso de María Elena Maldonado: “Esta devoción la vivimos en familia, para mis hijos es un día importante. San Cayetano atrae a personas no creyentes que incluso nos piden cuando tienen una necesidad que le llevemos una vela al patrón e intercedamos para pedir su ayuda”.
María Elena también reconoce que Sorvilán vive la devoción a su patrón más allá del día de su festividad el 7 de agosto. “La devoción se vive aquí todo el año. La verdad es que la procesión se echa de menos porque es el momento también en el que San Cayetano recorre el pueblo “visitando” a aquellos que por salud o edad longeva ya no pueden ir a Misa o visitar la parroquia, es muy emocionante ese momento y la verdad es que en circunstancias normales se triplica la población de Sorvilán en la festividad de San Cayetano”, agrega.
SAN CAYETANO, “INDIGNO” SERVIDOR DE LA EUCARISTÍA
Para D. Fernando Rodríguez una de las características más relevantes de San Cayetano es la “humildad” de sentirse como sacerdote indigno de celebrar la Eucaristía.
“Una de las experiencias más marcantes de su vida fue cuando sintiendo eso se le apareció la Virgen dándole al niño Jesús, entregándole a su propio hijo simbolizando la gran confianza que tenía Dios en Él. Para mí como sacerdote esta experiencia me transmite mucho porque todos los presbíteros en el fondo somos indignos de la Eucaristía por ser un misterio grandioso”, afirma el párroco.
San Cayetano de Thiene nació en Vicenza (Italia) en 1480, era hijo de los condes de Thiene, cuyos castillos y feudos radicaban en la región norteña de la ciudad.
Educado en un hogar cristiano y ejemplar, cursó estudios en la Universidad de Padua y se doctoró en Derecho y Teología. A finales de 1507 marchó a Roma, donde vivió una de las etapas más brillantes de su vida; en la corte del Papa Julio II desempeñó el oficio de escritor de Letras Apostólicas, lo que llevaba aneja la dignidad de protonotario apostólico.
En 1524 se ordenó sacerdote, y tres años después, junto con el que sería futuro papa Pablo IV, Juan Pedro Carafa y otros, crearon en Roma la asociación de Clérigos regulares, conocida popularmente como Teatinos, con el fin de promover el apostolado y la renovación espiritual del clero para que imitaran la vida de los apóstoles, con su austeridad, desprendimiento de los bienes y ardor en la evangelización.
Esta congregación, que fue confirmada por Clemente VII en 1534, se propagó pronto por el territorio de Venecia y el reino de Nápoles. San Cayetano de Thiene se distinguió por su asiduidad en la oración y por la práctica de la caridad para con el prójimo; concebía el sacerdocio como un estado de combate y sufrimiento. Fue beatificado por Urbano VIII en 1629, y en 1671 el papa Clemente X ofició su canonización.