En el altar de cultos levantado con motivo del Quinario, que como cada cuaresma se dedica al Santísimo Cristo de San Agustín, se ha realizado una “Vanitas”, alegoría recurrente en el arte barroco, que desarrollaron autores como Francisco de Palacios, Antonio Pereda y , siendo quizá los más famosos, Las postrimerías de Juan de Valdés Leal, del Hospital de la Santa Caridad de Sevilla. Ya en la antigüedad Clásica encontramos referencias a la brevedad de la riqueza y de la existencia.
También están presentes en los escritos de los Padres de la Iglesia, San Agustín y San Jerónimo, donde se aprecia con claridad el desprecio del mundo y de sus pompas y placeres. Las vanitas son un tipo de bodegón de alto valor simbólico y que toman su nombre del pasaje del Eclsesiastés (1,2) “Vanitas vanitatum omnia vanitas” (Vanidad de vanidades, todo es vanidad) hablando de la inutilidad de los placeres mundanos: riqueza, poder y sabiduría. Ahora, la belleza es efímera y el placer fugaz, frente a la certeza de la muerte. Este altar pretende transmitir tres mensajes: un concepto de la vida como algo pasajero, transitorio, incluso extremadamente fugaz; la idea de que cualquier bien que pueda adquirir el ser humano, ya sea material o inmaterial, es vacuo, irrelevante, carente de sentido; y una finalidad de redención, de preparar el alma para la salvación y la vida eterna. Tomando como referencia las obras tituladas “Alegoría de la Vanidad” y “Alegoría de la Salvación”, realizadas por Valdés de Leal en 1660. De esta forma se presentan en la izquierda del altar objetos alusivos a la fragilidad y brevedad de la vida, al tiempo que pasa, a la inevitabilidad de la muerte. Objetos que representan los dones de la naturaleza o de la actividad humana con otros alegóricos de la muerte y la vacuidad de la vida. Destaca el cráneo, símbolo por excelencia de la muerte entre otros objetos que aluden a cualidades humanas efímeras de las que se muestra su caducidad y su vana persecución.
También se encuentran alusiones alegóricas a las ciencias, las letras y las artes, el conocimiento, la riqueza y el poder… Los objetos que evocan la riqueza o el placer figuran en contraposición a los que representan la muerte, denotando la insignificancia que tienen en relación con el inescrutable paso del tiempo. En la derecha del altar se recogen los elementos a cultivar para alcanzar la salvación de Dios con elementos para la oración como son libros de rezos y un crucifijo, para la penitencia, como los flagelos, cilicios y las flores de la pasión sobre un lienzo blanco. Coronando esta vía la Eucaristía y la Fe, salpicadas de espigas, que nos recuerdan la resurrección. Se nos muestra de esta forma, como durante el transcurso de nuestras vidas se puede optar por distintos caminos, y que sea cual sea este terminará de igual manera, con la indudable aparición de la muerte al final de nuestros días. Tras esto, encontramos una representación de las visiones del Apocalipsis bajo los pies de Cristo triunfante, Rey del Universo: La apertura del libro de los siete sellos por el Cordero que antecede al Juicio Final, mostrándonos la balanza para el juicio de nuestras almas. La balanza se encuentra en equilibrio, proclamando que no se necesita más para caer en pecado mortal, ni se necesita menos para salir de él, queriéndonos hacer reflexionar con este gesto sobre la dirección de nuestro camino para alcanzar la salvación del alma que, tras la muerte, es lo único que conservaremos, despojados de toda posesión.
En cuanto al ornamento floral encontramos cuatro jarras, dos violeteras y dos centros compuestos por claveles morado, rosas cool wáter, rosas ramificada malva, rosas grey kanghts, Erigiun Alpine, flores de cera fuxia y limoniun morado.