La importante labor asistencia de la Iglesia

Reproducimos este artículo de Romualdo Maestre publicado por ABC-Sevilla, sobr e la importante labor que la Iglesia está desarrollando en esta época difícil:

En la mente de todos están los sanitarios peleando y dejándose la vida en su lucha contra la pandemia, los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado, los miembros del Ejército desinfectando las residencias de ancianos… ¿Y los sacerdotes? Este periódico ha pulsado el testimonio de algunos representantes de la Iglesia en varias diócesis de Andalucía. ¿Qué han hecho estos servidores de la fe durante el confinamiento? ¿Acaso sólo vida contemplativa? Ajuzgar por el trabajo de las Cáritas diocesanas no. Mariano Pérez de Ayala, presidente de Cáritas Andalucía, no puede hablar de cifras económicas porque están cerrando el balance, con un capítulo especial para los dos meses y medio de la pandemia. «Lo que sí le puedo asegurar es que hemos doblado la asistencia que veníamos haciendo; y en los barrios más deprimidos –Las Palmeras, en Córdoba; La Palmilla, en Málaga o Los Pajaritos, en Sevilla–, ha rozado el 70 por ciento más», explica Pérez de Ayala. Sí puede adelantar sin temor a equivocarse el presidente regional de Cáritas que han sido más de 30.000 familias las que han llamado a las puertas de la Iglesia, «sobre todo en búsqueda de artículos de primera necesidad, alimentación, higiene personal y dinero para poder afrontar gastos de la vivienda, como los alquileres o los suministros de agua y electricidad», puntualiza. Preguntado si demandaban ropa manifestó que «no mucho, sin embargo, con el copago hay muchas personas que no pueden sufragar los medicamentos». Para hacernos una idea del volumen de personas atendidas durante elCovid-19, el año pasado fueron un total de 60.000, el doble que en estos dos meses. El peor año, 2011, fue de cien mil, cuando la crisis de las hipotecas llegó a su punto más álgido. Y todo esto en un contexto donde no se han podido recaudar dinero de las colectas por estar los templos cerrados. En este sentido, Pérez de Ayala está contento, porque «hemos puesto en marcha campañas de donaciones y la gente ha respondido solidariamente», concluye.«Cáritas, que es la propia Iglesia, no ha optado por el teletrabajo como en las administraciones públicas», señalan desde la Diócesis de Huelva

Pedro Herrezuelo, ecónomo de la Diócesis de Huelva, es tajante cuando se le pregunta por la trascendencia mediática que ha tenido el papel jugado por la Ilgesia en la crisis del Covid-19: «Debemos saber que la Iglesia no ha cerrado durante el estado de alarma», comenta. «Puedo entender que estamos asistiendo a una época de desinformación como nunca se había vivido en la etapa democrática, en la que a la mayor parte de los medios de comunicación no les interesa contar que está haciendo la Iglesia, sin entrar en más consideraciones. Yo invito al que lo desee a que entre por ejemplo en el portal www.iglesiasolidaria.es en la que se recogen algunos ejemplos de la acción de la Iglesia en estos momentos», apunta. «Los sacerdotes se han jugado el tipo estando junto a los pacientes víctimas del coronavirus. Han acompañado a los familiares de los difuntos cuando estos estaban solos porque no se permitían más de tres personas. Cáritas que es la propia Iglesia, no ha optado por el teletrabajo como en las administraciones públicas; ha mantenido abiertos los proyectos que estaban en marcha y ha redoblado los esfuerzos en la atención de las necesidades de las familias y consiguiendo empleo para más de doscientas personas cuando el numero de ertes y parados comenzaron a dispararse. El Obispado de Huelva ha puesto a disposición de las autoridades sanitarias de manera desinteresada la Casa de Ejercicios de la Cinta para alojar a personas sin hogar, así como la Hospedería Reina de los Ángeles a la que se ha llevado a la mitad de los mayores de una residencia privada de Aracena, en la que se detectó un foco de infección por el Covid 19», justifica.

El cierre de los templos

«En la Diócesis de Guadix —señalan desde la propia institución eclesiástica— la incidencia del coronavirus no ha sido tan agresiva como en otros lugares. No ha habido muchos casos entre la población y ningún sacerdote ha resultado afectado. Sin embargo, se ha guardado el confinamiento con el mismo rigor que en otros lugares, lo que ha provocado que se cerrasen los templos a las celebraciones con fieles. La atención parroquial ha seguido igual o con más preocupación que antes del confinamiento, si cabe».

«Varias parroquias han retransmitido las celebraciones a través de las redes, en directo, como lo ha hecho también el obispo diocesano, Francisco Jesús Orozco, desde la Catedral. Cáritas de la diócesis de Guadix ha tenido que redoblar sus esfuerzos para atender a las numerosas familias, cada vez más, que se han visto en alguna necesidad, sobre todo de alimentos. No han cerrado sus instalaciones ni un solo día durante la pandemia. Al contrario, se han multiplicado en su esfuerzo por ayudar», argumentan.

«Cabe destacar que el obispo bendijo a la diócesis en el inicio de la pandemia desde la torre de la Catedral, para pedir protección frente a la enfermedad, y que numerosas familias agradecieron la cercanía de los sacerdotes con un vídeo que distribuyeron por las redes a finales de abril», explican a este periódico.

Superar la enfermedad con fe

Ana Medina es la portavoz de la Diócesis de Málaga y nos cuenta cómo han vivido el coronavirus en primera persona: «Aquí hay casos de contagio de sacerdotes, religiosas y laicos comprometidos en sus comunidades, que en algunos tristísimos casos han fallecido, como el sacerdote diocesano Pedro Luis González o el jesuita Manuel Cantero, ambos de 86 años de edad, y que en otros, han dado un precioso testimonio de superación de la enfermedad con la confianza en Dios». «A nivel institucional, el Obispado ha cedido el edificio Betania, de la Casa Diocesana —continúa Medina—, para alojar a más de veinte personas procedentes del Centro de Acogida Municipal y ha donado a través del Cabildo Catedral 100.000 euros para atender a las personas sin hogar en esta crisis, entre otras muchas acciones. Además, los católicos han atendido a los enfermos en los hospitales y residencias. Los capellanes se han ocupado de consolar a los familiares que han perdido a sus seres queridos. Por otro lado, han aumentado su atención a través de las Cáritas repartidas por toda la diócesis, así como por medio de las parroquias, congregaciones religiosas y movimientos apostólicos».

José Antonio Sánchez Ortiz es el delegado Espiscopal de Catequesis en Jaén y párroco de Jamilena. Cuenta su experiencia cuando el obispo, Amadeo Rodríguez Magro, determinó cerrar las puertas de los templos de la diócesis hasta que las autoridades sanitarias consideraran que el nivel de contagio no pusiera en riesgo a los fieles. «Entonces los sacerdotes nos preguntamos ¿qué podemos hacer? ¿cómo echar una mano? ¿de qué manera ayudar a los fieles de nuestra parroquia? Los párrocos hemos tenido que replantear tanto nuestra vida personal como la atención a nuestras comunidades cristianas. En el primero los sacerdotes hemos pasado de tener agendas repletas de celebraciones, reuniones y encuentros de diferente índole, a disponer de todo el tiempo del mundo. Y la mayoría de los presbíteros, como muchos de nuestros contemporáneos, nos encontramos afrontando este confinamiento en soledad, sin nadie en nuestro hogar con quien compartir el día a día. Así, pues, el aislamiento nos ha brindado la oportunidad de afrontar gran parte de la Cuaresma y la Semana Santa de una manera más sosegada, con más tiempo para la oración y la reflexión personal. La otra cuestión que hemos tenido que afrontar ha sido la atención pastoral a nuestras comunidades cristianas con las puertas de los templos cerradas. Desde el primer día teníamos claras varias cosas: no podíamos olvidar a los más necesitados y desfavorecidos, seguir celebrando la eucaristía sin la asistencia de pueblo y sembrar esperanza en este momento en el que la humanidad parece naufragar», manifiesta Sánchez Ortiz. «Nuestros templos han estado cerrados, pero nuestra Iglesia sigue abierta, siempre está abierta, de par en par para atender a las personas que pueden necesitar al sacerdote por una razón u otra. En estos días, a nuestras puertas están llamando los familiares de los fallecidos (sea por el virus o no), para que les acompañemos espiritualmente a despedir a sus seres queridos; padres de familia que ya están padeciendo las terribles consecuencias económicas que está provocando esta pandemia; y algunas personas que, a través del teléfono, intentan encontrar un rayo de esperanza y algo de consuelo. Por otra parte, para muchos de nosotros, celebrar la eucaristía sin pueblo está siendo una situación inaudita, pues normalmente celebramos una o varias misas al día, pero siempre con feligreses, aunque sean pocos. Durante este tiempo de confinamiento, nos ha tocado celebrar la eucaristía escuchando el eco de nuestras propias voces en una habitación de nuestras casas, en pequeñas capillas o en templos completamente vacíos. Por experiencia personal, he de decir que la sensación de entrar en tu parroquia, encender algunas luces, mirar desde el altar para los bancos y no encontrarte allí a tus feligreses, especialmente a esos que siempre se sientan en el mismo sitio y a los que pones rostro, nombre y apellidos, es realmente conmovedor», concluye.

La «Caravana» solidaria

En la Diócesis de Córdoba quieren destacar, más que una visión de conjunto, una acción concreta. Desde su oficina de comunicación recuerdan la enorme muestra de solidaridad y ayuda con los más necesitados. Y ponen el ejemplo de la «Caravana». En el comedor social Virgen de Araceli en Lucena se cuadriplicó el número de usuarios que venían atendiendo antes de la llegada del coronavirus. Los apenas treinta comensales de hace unos meses se convirtieron ya en más de ciento veinte. Las cinco delegaciones de Cáritas veían con preocupación cómo se estaban reduciendo las provisiones que dejó la campaña navideña del Centro de Orientación Familiar San Juan Pablo II, tras incrementar entre un cincuenta y un setenta por ciento el número de familias que estaban atendiendo. Entonces se puso en marcha la «Caravana» solidaria, donde los jóvenes católicos se dedicaron a recoger alimentos para los más necesitados y poder capear temporalmente el hambre. Las puertas de los templos pueden haber estado cerradas, pero la fe, como poco, siempre entornada.

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