La Orden Capuchina conmemora este miércoles el 66º aniversario de la muerte de Fray Leopoldo, cuya cripta ha vuelto a ser visitada por miles de fieles, como es tradición, después de que el año pasado la afluencia de devotos cayera en torno a un 90 por ciento por la crisis del coronavirus.
El vicepostulador de la causa de beatificación de Fray Leopoldo, Alfonso Ramírez, ha explicado que ya a las 7,15 horas había fieles a las puertas de la parroquia de los Capuchinos esperando para acceder a la cripta, que se prevé esté abierta hasta las 21,00 horas, con cifras de visitantes en la mañana y en la tarde similares a las de antes de la pandemia en el día del beato, en el que el tiempo este año ha acompañado.
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Ya este pasado fin de semana han llegado excursiones desde provincias como Sevilla, Córdoba, Almería o Alicante, habiendo, ha proseguido el vicepostulador de la causa, un «revulsivo» para la «vuelta a la fe» que ha calificado de «enorme» tras las distintas olas de la pandemia del coronavirus, con la cripta «llena» a diario, de tal modo que las misas se han pasado a celebrar todas en la iglesia, donde este miércoles oficia la eucaristía a las 19,00 horas el arzobispo de Granada, Javier Martínez.
Según Fray Alfonso Ramírez, se demuestra con esta mayor afluencia de devotos, después de que, con la retirada progresiva de las restricciones para frenar la expansión del covid-19, hubiera una vuelta «un poco miedosa» a las visitas, que «necesitamos de Dios» y que «el hombre por sí solo no consigue nada».
Este es el segundo año en que se conmemora esta tradicional efeméride desde que comenzara la crisis sanitaria del coronavirus, y el 12 tras la beatificación del fraile limosnero, por lo que se han guardado en lo posible las medidas de seguridad estipuladas por las autoridades sanitarias, con mascarillas y dispensación de gel hidroalcohólico, y sin aglomeraciones en Ancha de Capuchinos.
Más de una década de beato
Fray Leopoldo fue beatificado el 12 de septiembre de 2010 en un acto que tuvo lugar en la Base Aérea de Armilla (Granada) al que asistieron más de 60.000 personas. Culminaba así un proceso iniciado décadas antes, y que tuvo como consecuencia primera que la Iglesia instituyera el 9 de febrero, fecha de su muerte, como el día del beato.
Nacido en el pueblo de la Serranía de Ronda de Alpandeire (Málaga) el 24 de junio de 1864, Francisco Tomás, Fray Leopoldo, se dedicó en su niñez a cuidar un pequeño rebaño de ovejas y cabras y a arar la tierra, y años más tarde, el 16 de noviembre de 1899, tomó el hábito de los capuchinos en Sevilla, donde continúo trabajando en el huerto de los frailes.
En el otoño de 1903 se trasladó a Granada y desde un principio desempeñó el oficio de hortelano, con estancias alternativas en los conventos de esta ciudad, Sevilla y Antequera. En 1914 regresó para quedarse definitivamente a Granada. De limosnero, recorrió los pueblos de Andalucía Oriental y en ocasiones llegó a ser insultado y apedreado, aunque su devoción, especialmente por la Virgen, no cesaba. De hecho, cuando alguien le pedía un favor, siempre instaba al peticionario a rezar tres Ave Marías.
Tres años antes de su muerte cayó rodando por unas escaleras y sufrió fractura de fémur, y, tras una convalecencia hospitalaria, consiguió volver a caminar con ayuda de dos bastones y continuar con su vida contemplativa, pero ya en el convento. Fray Leopoldo falleció en la mañana del 9 de febrero de 1956, y multitud de fieles acudieron al convento a darle su último adiós. Desde entonces, cada año miles de devotos visitan la cripta en la que descansan sus restos, junto a los Jardines del Triunfo, en Granada capital.