Granada ha cumplido con su patrón, San Cecilio, y ha reeditado hasta el último detalle de una tradición que arranca con un peregrinaje hasta la cima del Sacromonte donde, después del parón pandémico, se han vuelto a repartir kilos de salaíllas, bacalao y habas verdes.
Las calles que conducían al Sacromonte por el centro de Granada marcaban desde primeras horas de la mañana el camino hacia la Abadía del Sacromonte para cumplir, como cada primer domingo de febrero, con el patrón de Granada. El invierno reflejado en la omnipresente estampa de una Sierra Nevada tan blanca como el Albaicín ha regalado un día soleado y despejado para acompañar a una romería que ha vuelto a reunir a miles de personas, devotos y turistas, curiosos o creyentes, en la primera cita con todo el sabor precovid.
Esta particular romería se celebra desde 1599, año en que una peste asoló Granada y de la que, según la tradición, se salió por invocación al santo patrón. Y para honrar a San Cecilio, Granada ha reeditado una tradición que suma bailes regionales y reliquias del santo, misa y jolgorio, peregrinación, amiguismo y senderismo. Los actos oficiales comenzaban con la llegada de la corporación municipal a la Abadía, donde eran recibidos por los comisarios sacromontanos a los acordes de la banda municipal. En el interior de la Abadía, el nuevo arzobispo de Granada, José María Gil Tamayo, oficiaba la misa en honor al patrón previa a la ofrenda floral en el altar mayor de la iglesia y la visita hasta las cuevas para dejar flores en el Horno de San Cecilio y en la capilla de la Virgen de las Santas Cuevas.
No faltó el reparto de habas, bacalao y salaíllas. En concreto, el Ayuntamiento de Granada ha vuelvo a repartir de forma gratuita 5.000 botellines de agua, 4.500 salaíllas, 1.000 kilos de habas y otros 180 de bacalao, productos para recordar el sabor que tuvo siempre esta romería. Las actuaciones de grupos de baile y el cante de la Reja fueron otros momentos esperados por todos. Y así, después de los parones y de un 2022 con una romería a medio gas, Granada saboreó un San Cecilio de los de toda la vida.