Se trata de un pequeño hueso del santo.
La reliquia ha sido depositado durante la Eucaristía en el I Domingo de Adviento, celebrada en el templo catedralicio y presidida por nuestro arzobispo. Desde este 1 de diciembre, el altar de la S.I Catedral acoge en su interior una reliquia de San Juan de Dios, copatrón de Granada, donde fue depositada durante la Santa Misa presidida por nuestro arzobispo.
La Santa Misa comenzaba por ello con el altar desnudo y, siguiendo la liturgia en este tiempo de Adviento que hoy iniciamos, se encendía la primera de las cuatro velas de la Corona de Adviento. Una Corona cuya tradición nuestro arzobispo animaba a los fieles a practicar, recordándonos así que Adviento es este “tiempo del anhelo de la felicidad, que es probablemente sello de nuestra humanidad”. “Cada Eucaristía es una celebración del Misterio que Cristo nos comunica, Su Vida divina, y nos abraza con Su Amor”, señaló en su homilía.
RELIQUIA
Al término de la liturgia de la Palabra, Mons. Javier mostraba a los fieles una pequeña caja que incluía un hueso pequeño del copatrón de Granada, y que posteriormente junto con la documentación que se conserva en la Catedral y el acta será introducido y sellado en el interior del altar catedralicio. Mons. Martínez elevaba una oración a Dios y mencionaba a distintos santos y beatos de nuestra diócesis, recordando así a los beatificados en nuestra diócesis, el beato fray Leopoldo de Alpandeire y la beata María Emilia Riquelme y Zayas. “Ayúdanos, Señor, a ser ‘Iglesia en salida’, acercándonos a todos, especialmente a los más desfavorecidos”, imploró a Dios D. Javier Martínez en nombre de toda la Diócesis junto con la reliquia depositada sobre el altar. Posteriormente, el altar fue de nuevo vestido con los elementos litúrgicos para continuar con la Santa Misa, en la que, como cada domingo en la Catedral, la colecta de los fieles está destinada a los campos de refugiados de Jordania, Siria e Irak.
SAN JUAN DE DIOS
Nacido en Portugal, pasó a España con ocho años de edad. Combatió como soldado contra los franceses en Fuenterrabía y contra los turcos en Viena. Fue peón en Ceuta y vendedor de libros en Gibraltar y en Granada; aquí, un sermón de San Juan de Ávila lo transformó tan profundamente que, a partir de entonces, se consagró con exclusividad a socorrer a los pobres y enfermos. Despreciado al principio y tenido por loco, su inequívoca caridad le granjeó la comprensión y la admiración de no pocos grandes señores, que le ayudaron a crear un hospital, núcleo primero de la benemérita Orden Hospitalaria. Murió en Granada el 8 de marzo de 1550.